martes, 30 de octubre de 2012

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sábado, 22 de septiembre de 2012

if(bris==ENGLISH_TEACHER)


Sigo pensando en esa gente del cine y sus desagradables sonidos de muelas chocando con delgadísimas rebanadas de papas fritas con salsa valentina y limón mientras camino hacia mi salón, en el traslado saludo a la directora que le da una ojeada a mi nuevo corte de cabello como tratando de aprobar mis decisiones. Deberían empezar a prohibir el consumo de alimentos crocantes en el cine, las palomitas están pasando de moda y su monótono y repetitivo crujir me revuelve un poco el estomago, ("Sólo alimentos blandos" se lee en un letrero a la entrada de la sala). 
La última vez que me sentí adormecida por la vida fui al cine. Vi una película dramática que me gustó, no era una completa chorrada. Salí sin alivio alguno deseando que algo sucediera, ver a un tipo atropellado en Av. Vallarta por ejemplo. No puedo ir perdiendo poco a poco esas cosas que me recuerdan que uno no vive para trabajar… ¿Qué sigue? ¿Voy a dejar de disfrutar una meada después de dos angustiántes horas de aplicar un examen, apretar las piernas y retener la orina? Quizá pierda el gusto por dormir. Ojalá perdiera el gusto por comer donas. En un punto crítico perdería el gusto por coger y por tener largas y significativas conversaciones con mi alumna de 9 años. 
El pasillo que conecta mi salón con el resto de mis destinos escolares es la búsqueda infinita de eso que pierdo y que no sé qué es, los barrotes del barandal que apenas me llega a los codos pasan lentos y siempre termino mirando a través de ellos hacia el piso principal, el del patio rojo, buscando lo que extravié; los barrotes se terminan y me topo con una gran encrucijada: girar a la derecha me conduciría a mi salón ó girar a la izquierda y correr siguiendo las las flechas amarillo, verde y rojo que indican gritando el camino a la salida, pasar sin checar mi salida y seguir corriendo sin prestar atención a los semáforos. Tal vez sea yo el hombre atropellado que quería ver saliendo del cine. Mi decisión es definitivamente la más aburrida.  

sábado, 7 de enero de 2012

Raíz y Tallo













Pantalón alto hasta la cintura, blusa blanca lisa fajada, ella siempre usaba este tipo de vestimenta nunca muy aparatosa, pensaba que era justo como su personalidad. El pantalón muy pegado le hacia lucir un buen culo y a mi que su culo siempre me había gustado me emocionó y me hizo feliz. Su cabello había crecido unos centímetros, cuando el cabello crece tres centímetros te transforma el rostro y la personalidad y se convierten en tres muy significativos centímetros y a mi, que soy la clase de persona que ignoraría las cosas de tres centímetros, eso me gusta.
Yo por eso quiero su cabello corto, sabia que en menos de un mes el cambio, sus expresiones faciales se verían conmovidas por dos o tres centímetros (casi imperceptibles pero no para mi) y luego tijeras; hubo un tiempo en que pensé que nunca podría gustarme de otra forma que no fuera muy corto, no más allá de la altura que las orejas alcanzan, me ponía nervioso pensarla con el cabello muy largo, me aterraba la idea mientras se desnudaba para entrar en la cama. Debió haberse cortado el cabello una veintena de veces desde la última vez que nos vimos y ahora lo llevaba un poco más abajo que el hombro, el copete (o tupe y flequillo porque nunca he aprendido la diferencia) largo le caía sobre los ojos haciendo una deliciosa curva a la mitad del camino y hasta las puntas. Se veía muy bien, supongo que en el fondo sabía que nunca estaría con ella el tiempo suficiente para ver ese cabello crecer hasta el punto en donde el largo ya no es incomodo (la parte donde choca con el cuello es la parte incomoda) la espera paciente de ver sus centímetros nacer, del alargamiento, de los días, los meses y años que debe haberle costado permitir a su cabellera rebasar los hombros que tanta resistencia habían impuesto, ella acomoda su abrigo en el respaldo de la silla alta del bar, sonríe de manera sincera, no luce nerviosa yo en cambio sí que estoy nervioso, sonrío e inmediatamente volteo hacia el gran espejo cubierto de estampillas y lo que parece ser un menú para ver mi cara y descubrir signos de nerviosismo que permanezcan ahí, es inútil, medio segundo no es suficiente para un buen estudio facial y más de medio segundo mirándome al espejo sin dejar de sonreír me haría lucir como un idiota, lleva tenis de tela blancos como su blusa y como su peinado casi inexistente, mientras coloca su abrigo, acomoda su bolsa y llama atractiva y dulce al barrista (tiene que ser atractiva porque el bar es de una oscuridad acogedora que me hace sentir cálido como en el vientre de alguna veinteañera) pienso en ella caminando cuesta arriba de la calle Nigromante y su cabello, ya debajo de su oreja, se balancea con el viento... yo nunca jamás lo he visto balancearse y volar, nunca lo he visto tratando de escapar con el viento y estirar sus puntas lejos de su cuello apuntando hacia el norte en busca de nuevas aventuras (alguna sopa caliente, la masa de un pan, al asiento del automóvil de algún esposo de una histérica gritando que le explique ahora mismo de quién es este cabello, la escena de un crimen...) las castañas puntas apuntando en la misma dirección que las hojas de la camelina y ella sonríe y le platica al hombre que la lleva de la mano de la vez que cogió en esta biblioteca a la derecha con un hombre al que ya no ve más. Luego esta tumbada a la caída de la tarde, sus senos caen con la gracia de la gravedad pequeños y firmes, está fumando un cigarro que comparte con un hombre diferente al de la calle Nigromante y sobre la blanca almohada que enmarca su cara y cuello su cabellera se extiende coqueta, sin ningún orden aparente y debe ya haber alcanzado el final de su cuello, lo compruebo cuando una mano entra en el cuadro que es su almohada y ella levanta la cabeza para fumar del cigarro que la mano sostiene, sus ojos sonríen al aspirar el humo y su pelo cae obligado por la gravedad igual que lo hacen sus senos cuando se tumba desnuda después de hacer el amor.

- Ei…. ei!!!
- Eh?
- ¿Vas a querer otra? - cuando me pregunta esto sus cejas se arquean de perplejidad y su boca sostiene una sonrisa que ahora es burlona.
- Eh, sí un tarro de oscura por fa - y estirándose, perfecta, hacia el barrista pide dos tarros oscura por favor.
- En qué piensas tan concentrado tú?
- En tus senos naturalmente. También en tu culo que se ve bien, en que la ventaja que tiene tu culo sobre tus tetas es que se ve muy bien con ropa y a mi tus senos se me antojan más bien desnudos.
- Jaja, no mames mínimo dame un abrazo primero y después si te portas bien te dejo tocarme el culo por tres segundos.
- Va. - Me di cuenta al abrazarla que entre más volumen más aroma.