miércoles, 25 de febrero de 2009

cafeisoso

Llegué al café como acordado, a tiempo para terminar el libro de relatos, pedir un americano y escuchar la mala música del tipo encargado.
El lugar está solo a excepción de ese tipo. A mi me gusta que este solo, de hecho me gusta este lugar, tiene un letrero más o menos grande que dice "CAFÉ" con letras cursivas y rojas, parece el letrero de algún tuburio, es viejo y considerando el inexistente número de clientela no cumple con su función de informar.
Adentro hay mesas redondas y pequeñas, algunas sillas de oficina, cuadros horrendos y una fuente hasta el fondo. El café es rico, lo suficiente fuerte y lo compro por 14 pesos. Me gusta que cueste eso y no 22 como en los otros cafés que no tienen sillas de oficina, no es que sea tacaña, sólo me gusta que vendan las cosas al precio que debe ser y odio sentirme estafada.
El único problema es la distancia de mi casa a aquí; es molesta enserio. Tengo que bajar el edificio, abrir con mucha dificultad la reja de la entrada, caminar hacia la parada del camión, esperar... esperar (por alguna razón en esa parada los camiones tardan más en pasar, lo odio) subirme al camión, verle la cara al infeliz del chofer, agarrar casi agasajar los tubos sucios y pensar, lo más difícil del camión es el tiempo que tienes para pensar en trivialidades, hoy además un niño en el asiento de atrás me rompía los tímpanos con su llanto, no me enoje con él, me pregunto por qué no todos lo hacemos.
A unos 20 minutos de llanto, gritos mamaicos y extraños está la calle del café, me safo con dificultad de mi compañero de asientos que sólo se le ocurre mover sus piernas a la izquierda, me preocupa embarrarle el culo en la cara pero, a él no parece importarle mucho. Presiono el botón rojo y unas puertas me enseñan el camino, bajo de un brinquito y estoy en la calle. Es sucia esta calle, la basura se desborda en los botes públicos, las banquetas están ennegrecidas, hay muchos coches y camiones circulando, un cine al que nadie va y para aumentar el desagrado, un hospital!
Los hospitales son realmente asquerosos y asquerosamente necesarios, tienen un peculiar olor que utilizamos como referencia para otros malos olores y este hospital es de un verde-grisáceo que revuelve el estomago. El café esta enfrente del cine y al lado de un templo de "Pare De Sufrir". Cruzo el avenida ilegalmente por en medio y pienso en el porcentaje de dinero que no me tocaría si me atropellaran en ese momento.
Mi café esta bueno y caliente como de costumbre y el primer sorbo me quema la lengua, así me gusta... el primer sorbo siempre debe quemar la punta de la lengua.
Vine a este lugar a pensar, no gran cosa, sólo cosas del trabajo, cosas que se me han atorado en el cerebro, nada profundo ni trascendental, me he tomado ya la mitad del café, aún no se aparece ningún otro cliente, el disco de música-mala del encargado no ha terminado, no he pensado en nada por estar pensando en esto. Tampoco he pensado en ti (tal vez un poco). Bueno no importa, llegarás en 20 minutos y me urge ponerme a pensar. El encargado me echa unas miraditas raras, yo sigo pensando que luce gay.

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